No se puede olvidar,
no se puede ignorar,
debe estar presente siempre.
Para las que ya no están , para las que sobrevivieron.
NI UNA MÁS
“Quién le cree a una mujer violada”
Quién la ayuda, quién
la abraza.
Quién se acerca a
ella,
Ultrajada,
maltratada,
violentada.
Quién detiene su andar y da vuelta
para caminar con ella.
Quién acompaña
sus noches,
sus pesadillas,
sus insomnios,
Sus profundas tristezas.
Quién la abraza
con compasión,
la contiene en su
cuerpo
la rodea con sus
brazos amorosos
y le dice “Te entiendo” sin decir palabra.
Quién borra sus visiones
repugnantes,
sus miedos,
el horror
en su mente lesionada.
Quién desaparece
el aliento fétido
tan cerca de su
boca,
las huellas de esas
manos en sus manos
que la hace
aspirar y respirar y volver a aspirar
para eliminar ese rastro de dolor y miedo de
su piel.
Quién la acompaña.
Quién le borra cicatrices
diminutas
esparcidas en su
piel.
Quién detiene las
imágenes
que no se
desgastan
que aparecen
cuando está sentada,
parada,
acostada
haciendo el amor,
corriendo
perseguida por el dolor.
Quién la escucha contar
lo que no se
atreve,
lo que no debe,
lo que la ataca
por la espalda cuando está haciendo
sus compras,
rezando,
dando de comer a su
niño,
perdiendo el
hilo,
dejando su mirada
fija en algo que no reconoce,
o en su soledad,
que es la más profunda,
en la que se pierde
por instantes.
Quién la escucha
una y otra vez y otra más
sin que una sola
palabra
salga de su boca
Quién la ayuda
sin juzgarla.
Con quién está
ella ahora.
Ana Álvarez Rojas
9-10-22