EL JUEGO
DE LOS DIABLITOS
Un sábado normal,
19
personas nos enrumbamos hacia la zona sur de Costa Rica, específicamente, hacia
Rey Curré, Territorio Indígena Boruca,
para pasar el fin de semana disfrutando de la celebración que tienen a finales de
enero: El juego de los diablitos.
“Curré es una de las
comunidades indígenas actuales más decididas en la defensa de su territorio, tradiciones y
recursos naturales. Sus raíces se inician alrededor de 1500 años antes de
Cristo cuando sus fértiles terrenos fueron ocupados por primera vez por grupos
humanos”
(Francisco Corrales Ulloa)
y se encuentra en el cantón de Buenos
Aires, provincia de Puntarenas
Yo tenía una idea sobre lo
que íbamos a encontrar después de las tantas horas de viaje. La sorpresa fue
muy agradable. Esta comunidad está asentada en la margen del Río Grande de
Térraba, cuyas aguas fueron una importante vía de transporte en su época; río de
aguas claras, ancho, de color profundo, de piedras y más piedras redondeadas
por la fuerza incalculable y monótona de su corriente. Piedras que les sirvieron para
construir montículos, metates, hachas y manos de moler.
En sus aguas, los pobladores y la gente de afuera se refrescan después de
seguir por horas el juego de los diablitos, contienda eterna entre el toro,
español-conquistador y los diablitos, indígena- defensor de su tierra y de su
alma.
Todos contra el
toro-español, toro. Lo provocan, lo golpean y éste los embiste con toda su
fuerza, resopla, bate el polvo, cornea y los diablos-indios-diablos luchan sin
descanso para doblegarlo.
Inician el juego el viernes y juegan tres días seguidos de la mañana a
la noche hasta que, en el último día, ese toro es vencido.
Mientras tanto, el juego continúa, seguido muy de cerca por el pueblo y
por los visitantes que con sus cámaras buscan captar el mejor momento, la rabia
del toro, el orgullo de los nativos.
Todos deseamos acompañarlos, pasando de una casa a la otra en cuyos
solares se lleva a cabo una y otra y otra vez la bulliciosa contienda.
La música del acordeón y el sonido de un caracol de cambute les avisan
cuando inicia y cuando termina el juego.
Los más chiquitos llevan
pequeños tambores marcando el compás de la danza. Porque es un juego, pero
también una lucha y una danza.
Usan máscaras elaboradas en madera de balsa que, probablemente, han fabricado cada uno de ellos con su particular motivación.
Máscaras vivamente pintadas
que pretenden infundir miedo al contrincante, caras de animales salvajes, de
personajes de grandes ojos, cachos y pómulos salientes con cuerpos de gangoche
y hojas hasta el suelo.
Conforme avanzan,
los
muchachos se van juntando en una hilera, abrazados,
en grupos de 2, 3, 4 y
hasta 5 diablitos,
como si quisieran decir que "la unión hace la fuerza"
y así se
le enfrentan a ese toro bravío.
Todo el camino gritan para amedrentarlo, para sorprenderlo, para darse valor sacando de adentro toda su emoción. Los que los acompañan los motivan gritándoles “juéguelo, juéguelo” (“juéguelo”, al toro, es como una forma de “torearlo”, de provocarlo)
En cada casa la chicha es
el premio para estos luchadores, personajes animalescos. Beben todos; los diablos, el toro, las
mujeres, los viejos, los muchachos, los visitantes. La chicha es obsequiada por
las familias que ese día abrieron sus puertas a la lucha milenaria.
Sobre la marcha, más diablitos se van uniendo a esa fuerza común, como si en cada estación los estuvieran esperando para apoyar el esfuerzo de sus compañeros por vencer al conquistador-intruso- usurpador.
Conforme pasa el día, el
juego se intensifica. Incluso sus niños, con máscaras diminutas, tratan de
batirse con el toro. Ellos también tienen su turno para medir fuerzas con el
gigante invasor.
Es una experiencia casi
alucinante.
Un pueblo entero que se une para no perder de vista sus
tradiciones, un pueblo que lucha porque sus raíces no desaparezcan en el
remolino de las invasiones modernas. Luchan para que sus niños no olviden de dónde
vienen y que comprendan que su historia está viva.
Son hombres y mujeres
bellos,
de piel curtida de un oscuro reluciente, de cabellos brillantes y
lacios.
Un pueblo que respeta
a sus mayores.
Me llevo impreso en mi aliento y
tallado en mi piel el orgullo indígena.
Imágenes imborrables de un pueblo que
lucha
cada día por conservar lo que les pertenece.
Me llevo imágenes
irrepetibles,
el color, el calor, el polvo milenario.
La visión de
ese río de vida.
Me llevo el olor, el sabor,
el sudor de todos ellos y de todos
nosotros.
Me llevo la imagen pura de la fuerza
por seguir perteneciendo.
Ana Álvarez Rojas
Enero 2017
¡Excelente! Mucho que aprender de nuestros pueblos originarios. Saludos.
ResponderEliminarNo sabe cuánto se aprende. Es un experiencia única. Gracias por pasar.
EliminarMe gusta tu narrativa porque me transporta al sujeto de tu relato. Y lo siento, y lo veo, y lo vivo... tienes ese don.
ResponderEliminarMe encanta tu amor por Costa Rica, por nuestras montañas agrestes y nuestros valles ubérrimos, por nuestras raíces, por nuestras costumbres, por nuestra cultura y por nuestra gente perdida en su montaña, nuestra gente casi olvidada. Me encanta porque todo eso lo compartimos vos y yo. Me fascina tu espíritu aventurero, siempre en pos del conocimiento que nos hace grandes. Gracias por este relato tan bien escrito y estructurado y cuando recibas tu ¨chicha¨ para celebrar, brinda por mí, lo voy a sentir. Salud!
Qué dicha que también te gustan estas cosas. Un abraso
EliminarExcelente Ana. Sus palabras hablan de cómo logramos cumplir con nuestra función en Culturacr.net para promover la cultura en diversidad y acercarla a personas como usted, con esa sensibilidad extraordinaria.
ResponderEliminarGracias Geovanny por tus palabras. Siempre me encantan tus viajes culturales. Nos vemos en el próximo.
EliminarExcelente Ana. Me alegra haber estado en el viaje a nuestro pasado. Te felicito porque describes maravillosamente. Además tus fotos son
ResponderEliminarpeefectas
Lore que no sea el último, gracias por tu compañía.
EliminarQué belleza Anita que dichosa que pudiste vivir esa experiencia.
ResponderEliminarVamos ¡¡¡!!!!!
EliminarQué linda experiencia Ana!!!
ResponderEliminarVieras que sí, Julia, es increíble.
EliminarExcelente forma de contarnos sobre esta bella tradición .Felicidades
ResponderEliminarNo se pierda el próximo Any, ojalá que pueda unírsenos.
EliminarAnita que aventuras tan bellas vives, después comentamos esta, pero antes que se me olvide quede encantada con las mascaras
ResponderEliminarLas máscaras son realmente bellas, llenas de color y con expresiones fantásticas.
EliminarHermoso trabajo. Vale la pena leerlo y vivirlo.
ResponderEliminarGracias Marlene, es una experiencia única.
EliminarHermosa recopilación de esa maravillosa experiencia
ResponderEliminarGracias Hellen por pasar y dejar su sentir.
EliminarUna experiencia muy enriquecedora y diferente. Saludos.
ResponderEliminarCarmencita, gracias por pasar. Nos vemos en el cine.
EliminarLa belleza de la imagen se funde con el espiritu de las palabras. Un espléndido testimonio de esa nacion Boruca que también es Costa Rica
ResponderEliminarEs un viaje que debemos compartir todos los costarricenses. Conocer y respetar sus costumbres es nuestra responsabilidad.
EliminarQue curioso y que pocos sabemos de nuestros pueblos
ResponderEliminarAsí es, Daniel. Por eso debemos esforzarnos por conocer y respetar más a estos pueblos.
EliminarHola paso por agreferte tu fidelidad en mi blog.
ResponderEliminarGracias.
Besos
Totalmente de acuerdo con usted, a mi me encanta conocer nuestro país que tiene costumbres y lugares maravillosos.
ResponderEliminarSí, y la gente prefiere salir del país. No lo entiendo. Costa Rica es una belleza.
EliminarEs una experiencia imperdible, cuando lo hice fue como viajar en el tiempo! Conocer las costumbres de nuestros ancestros refuerza nuestra identidad!
ResponderEliminarEs algo inolvidable que queda impreso en la piel. Gracias Tere.
EliminarMuy bonito la invito Ana yo soy de boruca
ResponderEliminarQué bueno, Marcelino y muchas gracias.
EliminarEste año se puede ir por hospedaje no hay q preocuparce yo tengo una casita en boruca
ResponderEliminarQué amable es usted, gracias. Vive en un paraíso.
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