jueves, 2 de febrero de 2017

Es una experiencia casi alucinante: El Juego de los diablitos




EL JUEGO 
DE LOS DIABLITOS

Un sábado normal, 
19 personas nos enrumbamos hacia la zona sur de Costa Rica, específicamente, hacia Rey Curré, Territorio Indígena Boruca,  
para pasar el fin de semana disfrutando de la celebración que tienen a finales de enero: El juego de los diablitos.




“Curré es una de las comunidades indígenas actuales más decididas en la defensa de su territorio, tradiciones y
recursos naturales. Sus raíces se inician alrededor de 1500 años antes de Cristo cuando sus fértiles terrenos fueron ocupados por primera vez por grupos humanos” 
(Francisco Corrales Ulloa)
 y se encuentra en el cantón de Buenos Aires, provincia de Puntarenas 
                                                 

Yo tenía una idea sobre lo que íbamos a encontrar después de las tantas horas de viaje. La sorpresa fue muy agradable. Esta comunidad está asentada en la margen del Río Grande de Térraba, cuyas aguas fueron una importante vía de transporte en su época; río de aguas claras, ancho, de color profundo, de piedras y más piedras redondeadas por la fuerza incalculable y monótona de su  corriente. Piedras que les sirvieron para construir montículos, metates, hachas y manos de moler. 




En sus aguas, los pobladores y la gente de afuera se refrescan después de seguir por horas el juego de los diablitos, contienda eterna entre el toro, español-conquistador y los diablitos, indígena- defensor de su tierra y de su alma. 




Todos contra el toro-español, toro. Lo provocan, lo golpean y éste los embiste con toda su fuerza, resopla, bate el polvo, cornea y los diablos-indios-diablos luchan sin descanso para doblegarlo.




Inician el juego el viernes y juegan tres días seguidos de la mañana a la noche hasta que, en el último día, ese toro es vencido. 


Mientras tanto, el juego continúa, seguido muy de cerca por el pueblo y por los visitantes que con sus cámaras buscan captar el mejor momento, la rabia del toro, el orgullo de los nativos.



Todos deseamos acompañarlos, pasando de una casa a la otra en cuyos solares se lleva a cabo una y otra y otra vez la bulliciosa contienda. 


La música del acordeón y el sonido de un caracol de cambute les avisan cuando inicia y cuando termina el juego.




Los más chiquitos llevan pequeños tambores marcando el compás de la danza. Porque es un juego, pero también una lucha y una danza.

















Usan máscaras elaboradas en madera de balsa que, probablemente, han fabricado cada uno de ellos con su particular motivación. 









Máscaras vivamente pintadas que pretenden infundir miedo al contrincante, caras de animales salvajes, de personajes de grandes ojos, cachos y pómulos salientes con cuerpos de gangoche y hojas hasta el suelo. 









 Conforme avanzan, 
los muchachos se van juntando en una hilera, abrazados, 
en grupos de 2, 3, 4 y hasta 5 diablitos, 
como si quisieran decir que "la unión hace la fuerza"
y así se le enfrentan a ese toro bravío.





        
 Todo el camino gritan para amedrentarlo, para sorprenderlo, para darse valor sacando de adentro toda su emoción. Los que los acompañan los motivan gritándoles “juéguelo, juéguelo” (“juéguelo”, al toro, es como una forma de “torearlo”, de provocarlo)




En cada casa la chicha es el premio para estos luchadores, personajes animalescos.  Beben todos; los diablos, el toro, las mujeres, los viejos, los muchachos, los visitantes. La chicha es obsequiada por las familias que ese día abrieron sus puertas a la lucha milenaria.






 Sobre la marcha, más diablitos se van uniendo a esa fuerza común, como si en cada estación los estuvieran esperando para apoyar el esfuerzo de sus compañeros por vencer al conquistador-intruso- usurpador.





Conforme pasa el día, el juego se intensifica. Incluso sus niños, con máscaras diminutas, tratan de batirse con el toro. Ellos también tienen su turno para medir fuerzas con el gigante invasor.


Es una experiencia casi alucinante.



 Un pueblo entero que se une para no perder de vista sus tradiciones, un pueblo que lucha porque sus raíces no desaparezcan en el remolino de las invasiones modernas. Luchan para que sus niños no olviden de dónde vienen y que comprendan que su historia está viva. 









Son hombres y mujeres bellos,
de piel curtida de un oscuro reluciente, de cabellos brillantes y lacios. 







Un pueblo que respeta
 a sus mayores.








Me llevo impreso en  mi aliento y 
tallado en mi piel el orgullo indígena.
Imágenes imborrables de un pueblo que lucha 
cada día por conservar lo que les pertenece.

 Me llevo imágenes irrepetibles, 
el color, el calor, el polvo milenario. 
La visión de ese río de vida. 

Me llevo el olor, el sabor, 
el sudor de todos ellos y de todos nosotros. 

Me llevo la imagen pura de la fuerza 
por seguir perteneciendo.




Ana Álvarez Rojas
Enero 2017





35 comentarios:

  1. ¡Excelente! Mucho que aprender de nuestros pueblos originarios. Saludos.

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    1. No sabe cuánto se aprende. Es un experiencia única. Gracias por pasar.

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  2. Me gusta tu narrativa porque me transporta al sujeto de tu relato. Y lo siento, y lo veo, y lo vivo... tienes ese don.
    Me encanta tu amor por Costa Rica, por nuestras montañas agrestes y nuestros valles ubérrimos, por nuestras raíces, por nuestras costumbres, por nuestra cultura y por nuestra gente perdida en su montaña, nuestra gente casi olvidada. Me encanta porque todo eso lo compartimos vos y yo. Me fascina tu espíritu aventurero, siempre en pos del conocimiento que nos hace grandes. Gracias por este relato tan bien escrito y estructurado y cuando recibas tu ¨chicha¨ para celebrar, brinda por mí, lo voy a sentir. Salud!

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  3. Excelente Ana. Sus palabras hablan de cómo logramos cumplir con nuestra función en Culturacr.net para promover la cultura en diversidad y acercarla a personas como usted, con esa sensibilidad extraordinaria.

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    1. Gracias Geovanny por tus palabras. Siempre me encantan tus viajes culturales. Nos vemos en el próximo.

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  4. Excelente Ana. Me alegra haber estado en el viaje a nuestro pasado. Te felicito porque describes maravillosamente. Además tus fotos son
    peefectas

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  5. Ligia Maria Estrada Alfaro3 de febrero de 2017, 10:25

    Qué belleza Anita que dichosa que pudiste vivir esa experiencia.

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  6. Qué linda experiencia Ana!!!

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  7. Excelente forma de contarnos sobre esta bella tradición .Felicidades

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  8. Valerio Molina Alexa3 de febrero de 2017, 10:28

    Anita que aventuras tan bellas vives, después comentamos esta, pero antes que se me olvide quede encantada con las mascaras

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    1. Las máscaras son realmente bellas, llenas de color y con expresiones fantásticas.

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  9. Hermoso trabajo. Vale la pena leerlo y vivirlo.

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  10. Hermosa recopilación de esa maravillosa experiencia

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  11. Una experiencia muy enriquecedora y diferente. Saludos.

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  12. La belleza de la imagen se funde con el espiritu de las palabras. Un espléndido testimonio de esa nacion Boruca que también es Costa Rica

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    1. Es un viaje que debemos compartir todos los costarricenses. Conocer y respetar sus costumbres es nuestra responsabilidad.

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  13. Que curioso y que pocos sabemos de nuestros pueblos

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    1. Así es, Daniel. Por eso debemos esforzarnos por conocer y respetar más a estos pueblos.

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  14. Hola paso por agreferte tu fidelidad en mi blog.
    Gracias.
    Besos

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  15. Ana Lorena Hernandez8 de noviembre de 2017, 7:58

    Totalmente de acuerdo con usted, a mi me encanta conocer nuestro país que tiene costumbres y lugares maravillosos.

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    1. Sí, y la gente prefiere salir del país. No lo entiendo. Costa Rica es una belleza.

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  16. Tere Ugalde Hernandez8 de noviembre de 2017, 7:59

    Es una experiencia imperdible, cuando lo hice fue como viajar en el tiempo! Conocer las costumbres de nuestros ancestros refuerza nuestra identidad!

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    1. Es algo inolvidable que queda impreso en la piel. Gracias Tere.

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  17. Muy bonito la invito Ana yo soy de boruca

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  18. Este año se puede ir por hospedaje no hay q preocuparce yo tengo una casita en boruca

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Se les agradece sus comentarios, son parte de mi SENTIR...