Ngöbe y Buglés: pueblos milenarios a quienes les arrebatan su Historia

"…Sé sembrar con la Luna los frutos del alimento, / Teñir la lana para hacer el tejido, / Hacer medicina como me enseñó mi abuela, / Cantar al nuevo día / Sé amansar sencillamente, con fidelidad y con ternura / Soy mujer indígena" (Fragmento; Autor: Poesía de la Tierra)

Son los hijos e hijas del planeta, han vivido por siempre entre sus cálidas tierras, cobijados por la espesura de sus bosques, han saciado su sed con aguas cristalinas y alimentado a sus hijos con el fruto de la tierra… Esto ha sido así hasta que el hombre “civilizado”, imbécil, arrogante y soberbio se creyó dueño del mundo y los despojó de lo que, por derecho propio, les pertenecía… Ahora viajan de Panamá a Costa Rica (desde 1927) porque el hambre los hace migrar, buscando, entre octubre y mayo, el sustento de sus familias. Pero el hombre es malvado, y se ha aprovechado de las necesidades que este grupo indígena tiene, para lucrar a costa de las mujeres y de los hombres Ngöbe y Buglés, pueblos que descienden de tribus milenarias,  que  vienen con sus familias,  a coger café. 

En Heredia vemos mujeres indígenas sentadas en las aceras pidiendo limosna en condiciones infrahumanas. Nos muestran, a vista y paciencia de todos nosotros, de la forma más gráfica, chocante y cruel, cómo se violan los derechos de estas mujeres y de sus hijitos, sin que nadie haga nada, sentadas en el  suelo, con frío, calor o lluvia, en una misma postura todo el día, con su bolsita de ¿comida?, ¿agua? [ni pensar en sus necesidades fisiológicas]. 
Hoy, cerca del Mercado Central de Heredia,  me encontré una de estas señoras, con sus pies descalzos, endurecidos, con su vestido bonito, lleno de color, su traje tradicional con el que las vemos siempre, casi sin movimiento, cansada, como paralizada y pensé que de verdad somos malos al mostrar tanta indiferencia ante tan grande violación de los derechos humanos. 
Pero el asunto no queda ahí: las autoridades de los dos países afirman que tras de estas mártires, blanco de todos los abusos conocidos, hay una banda de desalmados traficantes de almas, abusadores de su inocencia, aprovechadores de su hambre; ¿saben qué?: de lo recolectado durante el día, esos inhumanos se dejan alrededor del 70%…, y me pregunto ¿para qué nos sirve esto? si son datos del 2007 y ellas siguen ahí, bajo nuestros ojos y restregándonos en la cara la indiferencia que nos caracteriza. Hoy me siento pésima conmigo misma porque he sido parte de este abuso, porque no he hecho nada.

El derecho a ser felices es la esperanza

“…todos los pueblos contribuyen a la diversidad y riqueza de las civilizaciones y culturas, que constituyen el patrimonio común de la humanidad.” (Declaración de los derechos de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas; Setiembre - 2007).