Los soñadores de la montaña, allí en Pico de Águila, es Dúrika: hace 22 años

Texto: Ana Álvarez Rojas    //    Fotos: Ana Álvarez Rojas y Rodrigo Leitón Álvarez

Los soñadores de la montaña es el mejor nombre para llamar a un grupo de titanes que hace 22 años decidieron dejarlo todo e irse a vivir a las montañas cerca de Buenos Aires de Puntarenas. Eran hombres y mujeres costarricenses de un temple increíble, con un valor incalculable y con un corazón inmenso. Ellos tenían un hermoso y solidario sueño: comprar esas primeras 250 hectáreas pues eran las tierras que más necesitaban de su ayuda para recuperarse. Una finca ganadera abandonada, tierras devastadas, deforestadas, desoladas por la mano irresponsable de hombre, luchar contra eso y convertirla en el paraje boscoso lleno de árboles, flores, huertas, cabrerizas y senderos que es hoy en día. Lucharon contra las inclemencias del tiempo, vientos fuertísimos, lluvias torrenciales y un terreno quebrado y ganaron. Mi hijo y yo nos fuimos a conocer este proyecto. Llegamos a través de un camino empedrado, impetuoso, bronco como toro salvaje, con cuestas interminables, agotadoras de tanto brinco, a una comunidad de lo más particular. Nos recibieron Eugenio y Cristina y de forma cálida, natural, como si nos conocieran desde siempre nos dieron una pequeña introducción sobre lo que íbamos a encontrar en DÚRIKA; Dúrika como la montaña que los cuida desde las alturas, la montaña Pico de Águila.

Esta es una comunidad autosostenible, amantes de la naturaleza, respetuosos de su entorno, ovolactovegetarianos, una familia donde cada quien cuida del otro y todos colaboran con los quehaceres diarios bajo una organización estricta, con reglas clarísimas pues sabían, desde un inicio, que solo así lograrían cumplir su sueño.

Los Soñadores de la Montaña, nada más acorde para identificar a estos hombres y mujeres valientes. Hoy tienen una comunidad armoniosa, con un centro de salud orientado hacia la medicina holística, donde imparten terapias alternativas, se proyectan a la comunidad, investigan sobre los poderes curativos de las plantas, crían a sus hijos y están agradecidos por todo lo que han recibido de la naturaleza porque, como nos mencionó Cristina, han recibido más de lo que dejaron atrás. Llegaron para quedarse y se alegran de entregarnos sus conocimientos y ayudarnos a recobrar esa comunión que nunca hemos debido perder con la madre naturaleza. Esta ha sido una de las mejores experiencias de vida que hemos tenido, que yo he tenido. Agradezco infinitamente que todavía haya personas (ticos y de otras nacionalidades que se les han ido uniendo) como este apasionado grupo de soñadores.
28 de julio del 2013